jueves, 26 de julio de 2012

La instrucción integral. Mijaíl Bakunin


La primera cuestión que debemos considerar hoy es la de la emancipación de las masas obreras. ¿Podrá ser completa, mientras la instrucción que éstas reciben sea inferior a la que se dé a los burgueses o mientras haya en general alguna clase, numerosa o no, pero que por su nacimiento acceda a los privilegios de una educación superior y más completa? ¿Plantear la pregunta, acaso no es resolverla? ¿Acaso no es evidente que entre dos hombres, dotados de una inteligencia natural casi igual, el que sepa más, cuyo espíritu se amplíe con la ciencia, por haber comprendido mejor la concatenación de los hechos naturales y sociales, o por lo que se llaman las leyes de la naturaleza y de la sociedad, captará más fácil y ampliamente el carácter del medio en el que se encuentra, se sentirá más libre, será en la práctica más hábil y más poderoso que el otro? El que sabe más dominará naturalmente al que sepa menos. Y de no existir entre dos clases más que esta única diferencia de instrucción y educación, aquella diferencia produciría en poco tiempo todas las demás, y el mundo humano se encontraría en su punto actual. O sea que estaría dividido de nuevo entre una masa de esclavos y un pequeño número de dominadores, trabajando como hoy los primeros para éstos.
Se comprende ahora por qué los socialistas burgueses sólo piden cierta instrucción para el pueblo, un poco más de la que tiene por ahora, y por qué nosotros, demócratas socialistas, pedimos para él la instrucción integral, toda la instrucción, tan completa como la configura el poder intelectual del siglo [XIX], de modo que, encima de las masas obreras, no pueda encontrarse en adelante ninguna clase que pudiera saber más, y que, precisamente por saber más, las dominaría y explotaría. Los socialistas burgueses quieren el mantenimiento de las clases, debiendo representar cada una, según ellos, una diferente función social, una por ejemplo la ciencia y otra el trabajo manual. Nosotros al contrario queremos la abolición definitiva y completa de las clases, la unificación de la sociedad, y la igualación económica y social de todos los individuos humanos sobre la tierra. Ellos quisieran, por conservar este cuadro, que menguaran, se suavizaran y embellecieran la desigualdad y la injusticia, bases históricas de la actual sociedad, que, nosotros, queremos destruir. De ahí resulta a las claras que ningún entendimiento ni conciliación, ni siquiera coalición entre los socialistas burgueses y nosotros es posible.
Pero, se dirá, y es el argumento que se nos opone muy a menudo y que los señores doctrinarios de todos los colores consideran un argumento irresistible, es imposible que la humanidad por entero se dedique a la ciencia: se moriría de hambre. Es preciso por lo tanto que mientras unos estudien, los otros trabajen, de modo a producir los objetos necesarios a la vida para sí mismos primero, y luego también para los hombres que se vienen dedicando en exclusiva a las obras de la inteligencia. En efecto estos hombres no sólo trabajan para sí mismos: sus descubrimientos científicos, además de ampliar el espíritu humano, se aplican a la industria y a la agricultura, y en general, a la vida politica y social. ¿No mejoran acaso la condición de todos los seres humanos, sin excepción alguna? ¿No ennoblecerán sus creaciones artísticas la vida de todo el mundo?

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