viernes, 22 de julio de 2016

La experiencia de Mujeres Libres: 80 años del surgimiento del feminismo anarquista organizado

“Si de veras queremos la revolución social, no olvidemos que su principio primero está en la igualdad económica y política, no solo de las clases sino de los sexos”, en “El problema sexual y la revolución de los sexos”
Revista Mujeres Libres, n°9.


Ya han pasado 80 años del inicio de la Guerra civil Española y de la mayor experiencia histórica del movimiento anarquista. Para algunas autoras como Susan Brown y Peggy Kornneger el anarquismo al constituirse como una filosofía política que se opone a todas las relaciones de poder forzadas o coactivas, debería ser intrínsecamente feminista. Su originalidad teórica reside especialmente en su visión política y en no ser una corriente dogmática, por lo que se pueden encontrar una amplia gama de planteamientos libertarios al respecto de lo que es el feminismo, la posición de la mujer y la feminidad.

Sin embargo, las prácticas machistas en el movimiento revolucionario anarquista y socialista eran cotidianas en la época de la Guerra Civil Española. Por este motivo diversas mujeres pertenecientes a las organizaciones del movimiento libertario –CNT, FAI y JJLL- deciden crear una organización propia y autónoma. “Mujeres Libres”, según la investigadora feminista Mary Nash -pionera en el estudio de esta agrupación-; “tanto la organización como la revista con el mismo nombre, tienen una naturaleza feminista además de anarquista, ya que reivindicaban la liberación de las mujeres como consecuencia de su papel de subordinación con respecto a los hombres” (1).

Dentro del anarquismo social hay dos grandes teóricos clásicos que representan dos corrientes opuestas en torno a la liberación de la mujer. Por un lado estaba Proudhon, quien en su momento interpeló fuertemente a las feministas por atacar la familia como reproductora de la opresión de la mujer, pues para él esta era la institución que más encarnaba la justicia, por lo tanto quienes seguían su postura no consideraban atingente la conformación de Mujeres Libres, pues afirmaban que dividía al movimiento y que el lugar de la mujer era al lado de los revolucionarios, pero reproduciendo su rol histórico en el hogar y en la cocina. Por otro lado, estaba la concepción “bakuninista” que sí apoyaba la lucha de las mujeres y comprendía que la emancipación de ellas era realmente necesaria y que sus reivindicaciones eran reales. Bakunin concluye que “la mujer es, en el capitalismo, propiedad privada del hombre, y que mediante el matrimonio y la familia, ésta estaba reproduciendo las condiciones en las que se fundamenta el Estado” (2). Además, Bakunin consideraba al matrimonio como una institución opresora pues ponía al hombre por sobre la mujer,  que reproduce la ideología estatal y capitalista, y es la base de la existencia de la propiedad privada.

De esta forma no todos los anarquistas consideraron que la lucha de las mujeres era algo trascendental, y dejaban estos problemas siempre en el contexto doméstico y privado. Muchas mujeres anarquistas vieron la necesidad de interpelar a sus compañeros de lucha, no solo en las fábricas y en las calles, sino que también en sus propias casas y familias. Lo cual se refleja en una de las interpelaciones que realiza Lola Iturbe en el artículo “La educación social de la mujer” publicado en la revista “Tierra y Libertad” el 15 de octubre de 1935: “Todos los compañeros, tan radicales en los cafés, en los sindicatos y hasta en los grupos, suelen dejar en la puerta de su casa el ropaje de amantes de la liberación femenina y dentro se conducen con la compañera como vulgares maridos”.



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